miércoles, 28 de enero de 2009

A pesar de...

A pesar de que no estas aqui conmigo, te veo a diario.

Todos los dias te escucho, y no precisamente tu voz, pero siempre me dices que te abrace, o que deseas estar conmigo siempre, que no me vaya.

Todos los dias me cantas, me acaricias, me besas el cuello y me arrebatas los labios.

Todos los dias escucho que me hablas, y volteo, volteo a pesar de saber que no estarás.

Te veo a diario, paseas conmigo en bicicleta, comemos juntos, juntos siempre viendo al mismo horizonte, persiguiendo los mismos sueños.

Diario te sonrio, diario me sonries, diario me tocas, todas las mañanas me haces el amor. Todos los dias te amo.

Y, a pesar de que tu a mi no me ves, yo te amo.


domingo, 11 de enero de 2009

Cuarta canción para Marisa - Mauricio Carrera

Hoy leí esto también. A Samuel y a mí nos gustó mucho. Samuel aplaudió despues de leerlo.


La mujer que yo amo tiene la belleza exacta y el corazón en un solo sitio. Es implacable en su ternura, luminosa como una fe intacta, contundente en sus deseos de vivir hasta que la vida sea vida, y un poco más. La admiro por su condición de reina que abdica al trono de la existencia resuelta, a cambio de eso que llaman amor, y otros, el incierto camino al lado de un vagabundo de mi calaña. Es linda por derecho propio. No necesita adjetivos como excepcional o única: se los merece. Su sonrisa, cuando es para el mundo inabarcable y ajeno, ilumina; cuando es para mí, desarma mis defensas y me coloca en un sitio privilegiado en el universo. Soy inmortal, entonces, y tocado por los dioses, afortunado como quien sovrevive al holocausto de la vida cotidiana y al tufo de muerte que nos persigue desde la cuna.

Es el júbilo y el duelo de la sangre enamorada. Una palabra suya, un latido, una mirada clara o incierta, y desata en mí el huracán de las alegrías inmensas o el malebolge de la perdición en mi soledad de hombre. Es mujer, al fin y al cabo, y sucede que la idolatro pero a veces en mi pequeñez de mortal azotado por una existencia jamás pedida, no la entiendo. Asi, cuando desciende a su tiranía de milagro convertida en hembra, sus flechas duelen, se me figura fujitiva, sus muros son altos, contemplo mi suerte echada al capricho de aquello que sucede en la cocina de las féminas cuando las asalta la química, el qué dirán o el maleficio castigador del sólo mis chicharrones truenan. He sentido las ruinas en que puede convertirme, la esperanza convertida en guiñapo, la cercanía de lo terrible y sin rumbo. He vertido, por su amor, uno que otro llanto de niño, algunos aullidos de loco y alguna incoherencia más al epitafio de mi tumba vacía.

En momentos así he escrito versos que no muestro a las rosas para que no se marchiten.

La mujer que yo amo es real. La vida la alcanza a ratos y la hiere en su cielo de bondades y sonrisas. No hay justicia en el mundo: tanta bienhechora belleza, tanto brillo destacado de su alma, y no faltan los dardos emponzoñados en forma de cuervos, nanas y cebollas, alardes de derrotados, el colosal tráfico de la estupidez humana. Yo mismo, en mi caos y en mi soberbia, he dejado marcas y ecos de patán y temible filibustero. Soy hombre, al fin y al cabo, y hago guerras y cometo errores. Me enojo, gesticulo, arremeto contra lo que no etiendo, camino por la cuerda floja del camino oscuro y sin regreso. La he visto llorar, por mí, por un cachorro herido, por los pobres más pobres, y por la vida que es vida y por que es vida duele.

En momentos así ella triunfa, y como es mejor que yo, junta sus propias rosas con mis versos y les habla de amor, para que florezcan.

Es la mujer de mi vida, la mujer en mi vida. Existe en la tierra como el sabor de la fruta que me gusta, como el inmenso mar de mis aventuras de joven, como una alegría inesperda, como una caricia de madre. Es el idioma de la dicha y el sosiego. El arma con que me bato a duelos con los diversos adjetivos de lo aburrido y lo cotidiano.

La mujer que yo amo es la recompensa, el reposo del guerrero.

Quiero permanecer con ella siempre, hasta el fin de los suspiros, hasta el último de los misterios.


- - Mauricio Carrera.

Lejos de tí, me atengo al sereno - Alejandro Páez Varela

Samuel y yo estábamos leyendo esto, y simplemente nos pareció perfecto. Nos lo dedicamos mutuamente. EL autor es paisa de Samuel jejeje.

Muerto de ti, por ti, no puedo sino dejarte ir y suspenderme en éter para que no me duelan las plantas de los pies, la piel sometida a la ropa, los pulmones cuando el aire se abre paso, el pecho sacudido por disparos de la aorta. Muerto de ti, lejos, renuncio a pensar siquiera por que el cerebro es un badajo. Lejos de ti, menos despierto, me unto a la ventana como vaho si imagino que pasarás.

Por lo menos dame cápsulas de ti para no extrañarte, para no sentirte lejos sino en mí, parte de mí, hojuelas de mi cereal, tapiz de cada cantiuna a la que me entrego. Dame cápsulas de ti que contengan esencias de tu labio inferior, pequeña luz roja que ilumina incluso a un ciego como yo. Cápsulas, mi amor, para disponerte en cada viaje, si es que arrastro la cobija, o simplemente para cuando no estás.

Enséñame a tomarte a diario, escríbeme la receta: tres cápsulas de ti en el desayuno, dos antes de dormir, y doscientas en la madrugada para ver si de una vez por todas me muero de una sobredosis. Y ríndeme lo mismo que en persona, por que no busco placebo: ríndeme los mismos besos y las mismas mañanas (que recibo con las cortinas corridas para dilatar la fuga de la noche anterior).

Dame cápsulas de ti y enséñame a entender que realmente no te necesito.

Dame cápsulas de ti para no pensarte tanto.

Muerto de ti, por ti muerto, levanto los cerros hasta el cielo y pongo orden entre las olas y el continente. Porque un hombre se transforma en Hércules al querer, y mas fuerte y poderoso se vuelve cuando sabe que ha perdido.

Muerto, floto en el aire por tí, ligero, como el humo del cigarro que devoro para terminar este texto.

Lejos de ti, me atengo al sereno.


- Alejandro Páez Varela, Ciudad Juárez, Periodista.
www.alejandropaez.net